Como síntoma o patología el dolor crónico es el motivo más importante de visitas a los centros de salud; entre un 40% y un 80% de ellas están relacionadas con el dolor.
La OMS considera el Dolor Crónico como “la mayor amenaza para la calidad de vida a nivel mundial”. Amenaza que va en aumento de forma paralela al incremento de la esperanza de vida.
En 2010, Kantar Health, hizo un estudio sobre la prevalencia del dolor crónico no oncológico en España; “National Health and Wellness Survey 2010”. Del mismo se obtuvo que más del 17% de la población española adulta, esto supone que unos 6.100.00 de personas sufren dolor crónico, de ellas hasta 714.000 padecen algún dolor de gravedad. Destaca una mayor prevalencia de mujeres (51’3%) frente a hombres (48’4%) y en la población de entre 40 y 60 años.
Se observó que el principal tipo de dolor que se sufre es el de espalda (60’53%) y las principales consecuencias que se derivan son problemas de sueño, ansiedad y depresión.
Cataluña es la 4ta. Comunidad Autónoma más afectada (17’61%), siendo la Comunidad Valenciana la principal (18’79%). A su vez también se extrae del estudio que el dolor repercute negativamente en la calidad de vida de los pacientes. Más de la mitad de las personas con dolor intenso (53%), reconoce que se han visto obligadas a reducir o limitar sus actividades sociales habituales.
Así pues, el fenómeno del dolor es una realidad con la que muchas personas deben convivir día a día. Sólo quien lo padece sabe lo que siente y como lo vive y no existe ningún medio a través del cual se puedan describir todos los detalles y sensaciones que acompañan a la experiencia de dolor.
Estas personas sienten la necesidad de ser comprendidas y de que su dolor se entienda como un hecho real. Esta necesidad es tan profunda que acostumbra a gritar más que su dolor y normalmente a través de él.
En las primeras definiciones se hablaba del dolor como una sensación que respondía directamente a un daño orgánico en el organismo, así pues cualquier dolor que no pudiera ser explicado por una causa física quedaba fuera y a los que lo padecían se les colgaba la etiqueta de y, para muchos es lo mismo que decir .
A pesar de que a día de hoy esta clasificación ha quedado desfasada, desgraciadamente aún hay quien continúa dándole credibilidad. Así que resultó necesario incluir en la definición del dolor otros aspectos. Actualmente la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, lo describe como una experiencia sensorial y emocional asociada a una lesión real o potencial. Esta definición incluye una dimensión psíquica del dolor, más allá de una simple respuesta física. Incluye también las vivencias que no están asociadas claramente con un daño orgánico o tisular y la posibilidad de que exista dolor sin que haya una lesión real.
Dentro de las teorías que se han propuesto para explicar esta experiencia, destaca el trabajo de Melzak y Wall que en 1965 formularon la famosa Teoría de la Puerta del Dolor. En esta teoría se incluye, además del componente fisiológico, un componente psicológico para explicar la vivencia de dolor.
¿Cómo funciona la puerta?
Distribuidos por todo el cuerpo tenemos los receptores del dolor, que son receptores sensoriales. Estos receptores se encuentran en la piel y superficies internas que captan señales de tipo mecánico, termal y químico. Las señales son transformadas en impulsos nerviosos, que llegan al Sistema Nervioso Central (SNC) a través de dos vías.
La característica distintiva de estas dos vías es la velocidad de transmisión: mientras que en la vía de alta velocidad la información se transmite a través de las llamadas fibras A-beta y A-delta, en la vía de baja velocidad se transmite a través de las llamadas fibras C (siendo estas las más numerosas). Las fibras de ambas vías se agrupan en nervios que penetran en la médula espinal (que forma parte del SNC), cruzándose en la mayor parte de las ocasiones, lo cual implica que el dolor del lado izquierdo del cuerpo será procesado por el hemisferio derecho y viceversa.
Una vez que la información llega a la médula espinal, ésta se envía al Tálamo (donde se recoge toda la información sensorial, no sólo la relativa al dolor). Desde aquí, llega al córtex somato-sensorial, área en la que están representadas todas las zonas del cuerpo, pero no en función de su tamaño, si no de su importancia.
Este es el recorrido (de manera simplificada) de las señales de dolor. Pero paremos un momento en la médula espinal. Esta tiene un sistema de compuertas, que provoca que la señal de dolor aumente o disminuya.
Las fibras A-beta pueden cerrar la puerta, es decir, inhibir la transmisión del dolor, mientras que las fibras A-delta y C pueden abrir la puerta, es decir, facilitar la transmisión de la señal. Y abrir o cerrar la puerta se consigue mediante los procesos cognitivos y psicológicos, es decir, a través del Sistema Nervioso Central. La percepción del dolor se lleva a cabo a nivel del SNC cerebral y si se inhibe suficientemente la señal a nivel medular, la percepción del dolor se verá bloqueada.
Vemos por tanto, que el dolor no es simplemente una cuestión fisiológica, si no que intervienen otros factores. Los procesos psicológicos pueden influir de diferentes maneras en este sistema de la puerta. Un claro ejemplo es que cuando nos distraemos, la percepción del dolor es menor todo y que la señal del estímulo nocivo siga siendo igual. Por ejemplo; si nos pillamos el dedo con la mesa y al cabo de 5min. alguien nos habla, la intensidad del dolor que percibimos es inferior que cuando volvemos a centrarnos en “lo mucho que me duele el dedo”. Es decir, que si volvemos a prestarle atención, comprobaremos que volveremos a sentir la misma intensidad de dolor que al principio.
Los factores que pueden abrir la puerta, aumentando el dolor, serían tanto físicos (como la gravedad y extensión de la lesión o la tensión muscular), como emocionales (ansiedad, depresión, ira) y cognitivos (pensamientos, creencias, actitudes, focalización en la experiencia de dolor).
Entre los factores que cerrarían la puerta, disminuyendo por tanto el dolor, se encuentran también factores físicos; como tratamientos biomédicos, descanso e inactividad. Factores emocionales; como la relajación, la actitud positiva y factores mentales; como fomentar la sensación de control sobre el propio dolor y estrategias de enfrentamiento activo.
¿Cómo pueden regular el dolor los factores Psicológicos?.
Lo que pensamos, lo que sentimos y como nos comportamos no sólo afecta al dolor que padecemos, si no, que de hecho, afecta a todo nuestro organismo.
El tratamiento Psicológico, va dirigido a controlar los aspectos emocionales, cognitivos (la percepción de la propia eficacia, la creencia sobre la capacidad personal para manejar el dolor), conductuales (con frecuencia las actividades ordinarias se ven reducidas o eliminadas como consecuencia del dolor) y sociales (impacto en la esfera socio-familiar de la persona afectada).
El tratamiento ayuda a identificar, comprender y modificar las percepciones y comportamientos que tienen impacto en el dolor. Por ejemplo; la dificultad que tienen algunas personas para decir “no”, la dificultad de ponerse límites a uno mismo en ocasiones lleva a hacer sobre esfuerzos que darán como consecuencia un aumento del dolor y desgaste energético global.
También resulta importante aprender a gestionar los sentimientos de frustración, estrés impotencia, inutilidad,…etc. Que tanto afectan a la Autoestima de las personas.
De igual manera resulta fundamental aprender a manejar situaciones familiares, sociales y laborales que se puedan ver deterioradas o afectadas.
Las emociones más directamente relacionadas con el dolor son; el miedo, la angustia y la tristeza y llevan a un conjunto de cambios fisiológicos, cognitivos y conductuales que pueden caracterizarse clínicamente con los rótulos de ansiedad y depresión. Tanto la ansiedad como la depresión provocan un empeoramiento del dolor, este empeoramiento se ve producido principalmente por la actitud pasiva, la reducción de la actividad general, la adopción del rol de enfermo/a, incapacitado/a, los pensamientos catastrofistas,…etc.
El dolor produce ansiedad, ya que se trata de una estimulación desagradable frente a la cual el cuerpo se prepara. Este aumento de tensión hace que aumente aún más la sensación de dolor, así mismo un incremento de la ansiedad. Este es un círculo vicioso del que cuesta salir. La hipervigilancia que muchas personas con dolor crónico suelen llevar a cabo, facilita la detección de alguna señal, que puede ser interpretada como un signo de dolor, disparando la ansiedad y la tensión que incrementará la percepción de dolor.
Una estrategia que algunas personas utilizan (dependiendo el tipo de dolor), es reducir sus movimientos, ya que así se reduce la sensación de dolor. Esto puede resultar problemático, ya que puede llevar a la inmovilidad y a la atrofia muscular. Esto aumentaría aún más la disfunción. No es el dolor en sí mismo el que produce este deterioro, si no la inactividad que la persona empieza a llevar a cabo. Por otro lado, esta inactividad o reducción de la movilidad hace que la persona lparticipe menos en actividades, la cual cosa implica un gran malestar y aislamiento social y familiar, afectando de manera importante a su estado de ánimo.
Múltiples estudios han demostrado que la intervención psicológica ejercida de forma simultánea a otros tratamientos, ofrece grandes beneficios a las personas con dolor crónico, ayudándolas a mejorar su calidad de vida porque:
“Nos lo pueden quitar todo en la vida, menos una cosa, la libertad de escoger cómo reaccionar ante una determinada situación. Esto es lo que determina la calidad de vida que vivimos. No se trata de si somos ricos o pobres, famosos o desconocidos, sanos o enfermos lo que determina la calidad de vida, si no como nos relacionamos con estas realidades, qué significado les damos, qué actitud adoptamos frente a ellas, qué estado de ánimo les permitimos activar”.
Viktor Frankl
Psicóloga. Núm. Colegiada: 12198
BIBLIOGRAFÍA
- Amigo I.; Fernández C.; Pérez M.; (2009).Manual de Psicología de la Salud. Madrid Pirámide.
- Kovacs F.M.; Moix J. (coords), (2009). Manual del dolor. Tratamiento Cognitivo-Conductual del dolor crónico. Barcelona Paidós.
- Moix J. (2006). Cara a cara con tu dolor. Técnicas y estrategias para reducir el dolor crónico. Barcelona Paidós.
- Acevedo González J.C. “Ronald Melzack and Patrick Wall. La teoría de la compuerta. Más allá del concepto científico, dos universos científicos dedicados al entendimiento del dolor”. Revista Sociedad Española del Dolor. 2013; 20(4):191-202.
- Viktor E. Frankl. El hombre en busca de sentido. Herder, 1996.
- “Epidemiology of Chronic non-malignant pain in Spain”. Encuesta sobre el dolor realizada en 2010 en España (National Health and Wellness Survey), por parte de Kantar Health. Estudios Change Pain. (www.changepain.org).
- Dr. José Antonio García Higuera. “Intervención Psicológica en Dolor Crónico”. Psicoterapeutas.com. Colegio Oficial de Psicología. (www.cop.es).
- “Dolor Crónico”. Escrito por Marina González Biber. 22 Octubre 2011. Terapia de Conducta. (www.marinagbiber.wordpress.com).
- “Teoría de las compuertas (dolor) Melzack y Wall (1965)”. 14 de Febrero de 2012. (www.fisioterapia.blogspot.com).
- “Causas y consecuencias del dolor crónico”. Publicado el 15 de Agosto 2014. Antropología. Blog Neurofisiología Psicología Psiquiátrica. (www.losporquesdelanaturaleza.com).